Formación Ideológica

¿Qué es la lucha económica?
Es la lucha gremial por garantizar el empleo, por mejores salarios y por mejores condiciones laborales. También es la lucha por tener un techo, por comida, por vestido. En síntesis: la lucha económica es una lucha por mejoras puntuales y palpables para la vida cotidiana de la clase obrera. 

¿Son inútiles estas reformas? ¡No! Son fundamentales no solo para poder vivir sino también para ir acumulando fuerzas y adquiriendo conciencia. No se puede prescindir de ellas, pero no alcanzan para cambiar de raíz la sociedad y terminar con la explotación.

Existen distintos tipos de lucha. No es lo mismo la reacción espontánea que puedan tener cuatro trabajadores cuando les llega el telegrama de despido que la guerra civil española de la década del 30 o la actual guerra civil colombiana. En todos esos casos hay lucha de clases. Pero sus niveles son bien distintos.

El nivel más bajo de la lucha es la reacción espontánea de los trabajadores, realizada sin ninguna preparación ni planificación. Simplemente se rebelan contra sus patrones por alguna injusticia puntual. Es una primera reacción. Pero esas rebeliones espontáneas, también llamadas motines, todavía no cuestionan al sistema capitalista en su conjunto. Cuestionan a un patrón individual por un hecho circunstancial. Son el primer brote de la conciencia de clase.

Un nivel más alto de la lucha, es la lucha sistemática, sindical y gremial, por mejoras para todo un sector de trabajadores (por ejemplo, los obreros de la construcción, los empleados bancarios, los pequeños agricultores, etc.). Cuando estos sectores realizan una manifestación o una huelga, se produce un cierto avance en la conciencia. Ya hay niveles de planificación. Hay un germen de plan. Hay un mayor desarrollo de la conciencia de clase. Este nivel es el típicamente “económico”. 

Los poderosos, a través de sus medios de comunicación, intentan neutralizar o paralizar todo proceso colectivo de toma de conciencia. La toma de conciencia es la experiencia de cada trabajador individual y todos los trabajadores juntos –como clase- van construyendo a partir de sus propias luchas y sus propias vivencias.

La conciencia  de clase se construye todos los días. Nadie nace con ella. La conciencia, como el sentido común, es un terreno de disputa. 

Los revolucionarios apuntan a que el pueblo eleve cada vez más la puntería y no se preocupe solo de sus problemas particulares sino de todos los problemas de la sociedad capitalista. A que su conciencia sea la de toda la clase obrera explotada. 

Los capitalistas y empresarios, como no pueden evitar que la clase obrera construya su propia conciencia, intentan frenar ese proceso en un límite
purame te económico. Ese es el límite de lo “permitido” y lo “bien visto” por la ideología del poder. Por eso, intentan convencer al pueblo de que:
 
  • Una huelga es legítima solo si se pide por una reivindicación puntual de un pequeño grupo.
  • Si una huelga va más allá de una reivindicación puntual y exige reivindicaciones para el conjunto de la clase trabajadora… esa huelga es“política” (o sea: “algo malo”) y no se justifica en ningún caso.
  • Un sindicato urbano o una liga agraria tienen derecho a pedir mejoras siempre y cuando no cuestionen la propiedad privada de las empresas y los campos.
  • Un dirigente sindical es “potable” y “racional” si reduce su actividad a su gremio y no se plantea una alianza con otros gremios distintoscontra el capital.
  • Los trabajadores tienen derecho a reclamar “para que el capitalismosea más justo y distribuya mejor la riqueza”…
El segundo nivel de conciencia (aquel que supera el simple motín espontáneo) es un límite de hierro para la conciencia de la clase obrera. Ese es límite permitido por el poder.

La creencia errónea (inducida por el poder) de que la única lucha que hay que plantearse contra el capitalismo es una lucha reivindicativa y solamente puntual se llama economicismo. El economicismo como doctrina teórica resume la aspiración común de todos los trabajadores de conseguir del Estado medidas para remediar su mala situación de vida, pero que no acaban con esa situación ni suprimen el sometimiento del trabajo al capital.

Aunque las experiencias de los trabajadores cambian de país en país y según la época, hay un fenómeno que siempre se repite: el nivel de conciencia economicista tiene un límite invariable y fijo. Llega hasta plantearse: a) la necesidad de agruparse en sindicatos, b) la necesidad de luchar contra los patrones y c) la conveniencia de reclamar del gobierno la necesidad de tales o cuales leyes o paliativos. Nunca va más allá.

El economicismo no solo responde a una experiencia concreta de la lucha de los trabajadores de algún país particular. Además, el economicismo constituye una ideología general (que aparece en todos los países con ropajes diferentes) sostenida por determinadas corrientes políticas. Las principales características generales que asume la ideología de las corrientes economicistas en relación con los trabajadores son: 
  • La despreocupación total por la formación teórica (se presupone que la discusión teórica y la formación política es algo perteneciente exclusivamente a las capas medias universitarias)La subestimación a la lucha ideológica (se  piensa que “solo vale la lucha concreta del día a día. La lucha de ideas es cosa de intelectuales, no de obreros”)
  • El culto a la espontaneidad (se cree que el movimiento de la clase trabajadorano necesita una estrategia propia. Basta con ir respondiendo a las ofensivas de los patronos)
  • La falta de espíritu de iniciativa de los dirigentes economicistas (se reduce a la clase obrera a la pasividad política o a la política del rechazo, pero sin una perspectiva propia a largo plazo)
  • La reducción de la lucha política a un horizonte estrechamente económico- corporativo (cada trabajador debe preocuparse de su propio entorno y no meterse en problemas que excedan a sus necesidades del día a día)
  • El desconocimiento de la continuidad histórica de la lucha de clases y el pensamiento revolucionario (se supone que toda lucha empieza de cero. Se desprecia y subestima el conocimiento de toda la historia previa: nadie peleó antes que nosotros. No hay nada que aprender de las revoluciones anteriores).
  • El rechazo de toda política de unificación de la lucha (se prioriza siempre, en nombre de “la democracia y la horizontalidad”, la dispersión y fragmentación del movimiento).
  • Los métodos artesanales e improvisados de trabajo político (se rechaza cualquier tipo de plan estratégico y premeditado de los conflictos, de los desafíos y del trabajo a realizar. “se va viendo sobre la marcha” es la consigna de cabecera).
  • El punto de miras estrechamente local y provinciano (se impide conocer la  situación global y el empuje general del movimiento revolucionario, más allá de la experiencia necesariamente recortada y limitada en que cada uno vive).
  • El reformismo (que consiste en pedir únicamente paliativos sin apuntar a la modificación de la totalidad del sistema)
  • La carencia de una estrategia positiva propia que distribuya en el tiempo y en el espacio los enfrentamientos políticos entre trabajadores y la clase dominante (se marcha a remolque y siempre respondiendo en forma de rechazo a la iniciativa del poder)…
Si el nivel más bajo de la conciencia es el del motín espontáneo y el que le sigue es la ideología economicista, el nivel más alto de la conciencia obrera es la conciencia socialista y política revolucionaria.
 
Jamás se llega a este nivel en forma automática ni repentina. La política revolucionaria y la conciencia socialista de masas son producto de un largo desarrollo de experiencias históricas concretas, de ensayos, aprendizajes y errores, de balances y discusiones ideológicas, junto a la formación política y teórica.
 
Lenin, principal dirigente de la primera revolución socialista triunfante de la historia, resumió su polémica con la ideología economicista sosteniendo que: “sin teoría no hay movimiento revolucionario”. A su vez, sostuvo que la lucha de clases jamás queda reducida al ámbito económico. En la historia, existen tres formas de lucha: económica- práctica, política y teórica. La creación de una conciencia revolucionaria socialista presupone dar una batalla a largo plazo por:
  • La construcción de organizaciones clasistas, autónomas, independientes y propias de la clase trabajadora
  • La creación de instituciones contra hegemónicas (como periódicos socialistas, radios comunitarias, cadenas de información alternativas, canales de TV, etc.)

La Violencia
De la misma manera que en los orígenes del capitalismo, durante la acumulación originaria, la violencia se convierte en “la partera de la historia”, durante el capitalismo ya maduro este papel no desaparece de escena. Al contrario. Periódicamente, cuando la crisis se vuelve aguda y ya no bastan los mecanismos “democráticos” para mantener a raya el pueblo, las fuerzas represivas pasan inmediatamente al primer plano. Los casos de las dos guerras mundiales son sumamente expresivos en ese terreno. Lo mismo vale para el genocidio y la desaparición de personas durante las luchas sociales de los años 60, 70 y 80 en América latina. Cuando la dominación burguesa peligra, el terror muestra su rostro sin máscaras. Un viejo refrán dice que “no hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado”.
 
Esto no es algo del pasado ni queda recluido en las sociedades periféricas – supuestamente “primitivas”- mientras que en el capitalismo desarrollado reinaría la paz, la Tranquilidad y la concordia. Durante el año 1992, en la ciudad norteamericana de Los Ángeles, el Ejercito estadunidense tuvo que sacar los tanques a la calle para frenar las protestas de la población norteamericana contra el racismo. Más recientemente, en Seattle (EEUU), o en Génova (Italia), las fuerzas político militares del Estado tuvieron que sitiar militarmente las ciudades para contener las protestas populares.

Esta violencia no tiene nada que ver con la violencia de abajo, la de un hombre del pueblo alcoholizado que toma un cuchillo y sale a pelear irracionalmente a la calle contra sus vecinos. Tampoco tiene nada que ver con la violencia entre pandillas juveniles en un barrio periférico de cualquier ciudad del mundo. Por supuesto que tampoco tiene nada que ver con que tres militantes sindicales le tiren piedras, durante una huelga de colectivos, al vidrio de un rompehuelgas.

¿Por qué el Estado es necesariamente violento?
 
A diferencia de cualquiera de estos ejemplos (y de muchísimos otros análogos…), la violencia del Estado es sistemática, es una violencia racionalmente planificada, es una violencia oficial que cuenta con miles de profesionales entrenados y una inmensa y poderosa maquinaria de guerra. La violencia del Estado es una violencia de arriba.

Aunque en la TV, los diarios y la escuela nos dicen que esa inmensa maquinaria de violencia tiene por objetivo “defender al país de ataques externos” (es decir de otros Estados), en realidad, durante el capitalismo maduro, el enemigo del Estado y de la violencia de arriba está dentro del mismo país. Toda esa maquinaria que cuenta con miles y miles de hombres armados y dispuestos a matar está destinada a reprimir al pueblo y a los trabajadores.
 
¡No hay que confundir al Estado y al poder con el gobierno de
turno! Llegar al gobierno no significa llegar al poder.
 
El Estado burgués cuenta con un conjunto de instituciones represivas permanentes (que no cambian con un gobierno de derecha o de izquierda, liberal o socialista). Estas instituciones no están sujetas a votación. Ellas sirven para garantizar el “orden normal” de la sociedad capitalista y la dominación de la burguesía: el Ejército, la Fuerza Aérea, la Marina, las diversas policías. Los servicios de inteligencia, los jueces, los tribunales, las cárceles.
 
El pueblo, en el mejor de los casos, puede votar un gobierno (incluso de izquierda y socialista), puede votar un presidente, puede votar diputados y senadores. Pero el pueblo jamás vota si debe existir o no un Ejército, si deben existir o no servicios de inteligencia, si deben existir o no cárceles y tribunales, si debe existir o no la policía. ¡Eso no se vota! ¡Eso no está sujeto a elección alguna! Son instituciones permanentes que cuentan con miles y miles de profesionales entrenados en ejercer la violencia.

El Ejército permanente del poder del Estado (más allá de quien sea el presidente y de qué partido esté en el gobierno) tiene un contenido: ese contenido se lo da la clase que tiene el poder. Ese contenido de clase no está sujeto a elección, no se vota. La única manera de cambiar el contenido de clase de un Estado es mediante una revolución. Por ejemplo, el nuevo contenido de clasenítidamente burgués- que se inaugura en el Estado de Francia en 1789 responde a una revolución.

Ahora bien, ese contenido de clase del Estado, permanente, se ejerce a través de diversas formas políticas.

Excepto en una dictadura abierta, regularmente el Estado burgués no muestra abiertamente sus colmillos. Se disfraza de cordero. Aprendiendo de la revolución burguesa victoriosa de 1789, el Estado burgués habla en nombre de “todos”, en nombre de “los ciudadanos”, en nombre de “la patria”, nunca en nombre de los empresarios y banqueros que realmente defiende. De allí que, si el Estado burgués es realmente efectivo, nunca defiende a un patrón individual. El Estado burgués defiende los intereses de la burguesía en su conjunto. Por eso Marx señaló en El Manifiesto Comunista que: “el Estado no es más que una junta de negocios comunes de la burguesía moderna”. Cuanto más “comunes” sean los negocios que defiende, menos necesitará la violencia de sus instituciones represivas que se mantendrán latentes (solamente como amenaza).
 
La verdadera dominación moderna, que supera las imperfecciones de la dominación de un monarca o de una dictadura de un individuo (habitualmente un militar), es la dominación anónima, universal y despersonalizada. Cuando más
general es la dominación, más difícil es resistirse a ella desde la clase obrera.

Identificar al general Pinochet como máximo dictador al servicio de los monopolios capitalistas es mucho más fácil que identificar el contenido de clase de un Estado burgués republicano de un país que funciona en forma despersonalizada como parlamento, senado, elecciones periódicas, prensa. Diversos partidos políticos (de derecha y de izquierda), jueces “independientes”, opinión pública “libre”, etc.

Pensando precisamente en ese proceso, Marx continuaba diciendo en El Manifiesto: “la burguesía, después del establecimiento de la gran industria y el mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del poder político en el Estado representativo moderno”. Bajo la forma política de la república parlamentaria con su prensa organizada en las grandes urbes, sus partidos políticos modernos, su poder legislativo, sus alianzas políticas, los fraccionamientos políticos de las clases, la autonomía relativa de la burocracia, etc., el Estado representativo moderno lleva al límite máximo de eficacia el dominio político burgués. De esta manera se superan las formas impuras, incompletas y premodernas.

La hegemonía
 El concepto de “hegemonía” es muy anterior a la teoría socialista y al nacimiento del marxismo. En sus orígenes aludía al predominio de un Estadonación poderoso sobre otro más débil. El marxismo lo incorpora a su filosofía de la praxis y le otorga otro sentido. Lo aplica a la relación interna entre las clases sociales pertenecientes a un mismo Estado-nación. El concepto de HEGEMONÍA es muy útil para explicar por qué el capitalismo nunca se derrumba ni se cae solo. 

La crisis latinoamericana muestra claramente que el sistema capitalista no resuelve los problemas materiales de la mayor parte de la población. Sin embargo, es ideológicamente hegemónico. Convence a la gente de que no hay otra forma de vivir más que la que ofrece el sistema. 

Dado que la manera más eficaz de ejercer el poder es de modo consensuado, en la sociedad capitalista existen todo un conjunto de instituciones encargadas de garantizar la reproducción del sistema, vinculadas al consenso. Son instituciones distintas de aquellas que se encargan de la violencia sistemática (o de su amenaza). Estas instituciones pertenecen a la sociedad civil. 

La sociedad civil es el espacio que media entre el mercado económico – ámbito de las empresas capitalistas– y el Estado político –ámbito de las Fuerzas Armadas, la política, etc-. 

¿QUÉ INSTITUCIONES FORMAN PARTE DE LA SOCIEDAD CIVIL?

La escuela, los sindicatos, las iglesias, los partidos políticos, las sociedades de fomento, la opinión pública y los medios de comunicación masiva. 

A inicios de la modernidad capitalista, cuando se construye el Estado- nación, la principal vía de construcción hegemónica es la escuela. En esta institución se enseña los valores mínimos de obediencia al orden establecido, aquello que es “normal” y aquello que no lo es, la reverencia a los símbolos del poder, etc. Pero hoy en día ese lugar – que no desapareció – se complementa con uno de alcance mayor: el de los medios de comunicación masiva. 

En este espacio se construye diariamente el consenso de los sectores populares a favor del capitalismo. Allí se transforma la concepción del mundo burgues en sentido común popular, gracias a la ideología que transmiten los medios de comunicación. De este modo, se interiorizan los valores de la cultura dominante y se construye un sujeto domesticado y reacio a los cambios radicales.
 
Cuando no existe una organización popular que dispute en el terreno de la sociedad civil con la ideología burguesa, la propaganda de los poderosos penetra fácilmente en la mente y el corazón del pueblo. Pero, en cambio, cuando existen poderosas organizaciones populares que disputan la hegemonía contra el poder, allí la dominación burguesa no es fácil ni “automática”. Todos depende de las relaciones de fuerza entre la hegemonía burguesa y la contra hegemonía socialista. 

¿QUÉ ES LA HEGEMONÍA?

La hegemonía es un proceso de dirección política de un sector social sobre otro. Se ejerce en el plano político pero también en el cultural e ideológico. La hegemonía consiste en la combinación de la fuerza y el consenso (no es solamente puro consenso). 

La hegemonía no se ejerce solamente en la política entre clases sociales y los grandes partidos, sino también en una esfera menos “visible”: la vida cotidiana y la subjetividad. 

A través de la vida cotidiana se interiorizan los valores de la cultura dominante y se construye una subjetividad domesticada. 

La hegemonía burguesa combina la violencia estatal y represiva frente a los trabajadores rebeldes y revolucionarios y la paciente construcción del consenso cotidiano de las clases populares. La contra hegemonía socialista de los trabajadores consiste en el intento de dirigir política y culturalmente a todas las clases populares y a los intelectuales contra el capitalismo y en la resistencia frente a la violencia de la represión burguesa.  

Síntesis de texto tomado de: "Introducción al pensamiento marxista"
Coordinado por Nestor Kohan y Claudia Korol